Siempre tan cálido, tan servil.
I-¿Cómo estas?
-Agusto, me gusta estar aquí contigo. Me siento tan bien ahora; deseaba besarte, tenía la sensación de que hoy te encontraría en esta fiesta. Te sentí antes de entrar. Quiero verte.
I-Abre los ojos, mírame.
-Me gusta sentirme entre tus brazos, me gusta la sensación de tus manos acariciando mi espalda.
I-Tu espalda es suave, me gusta tu piel. ¿Quieres verme?
-Sí, quiero verte más. No sólo en fiestas.
I-Hueles demasiado bien, me gustas.
A-Ivonne que esperas, ve con él. Es mi amigo y lo conozco bien, te dice a gritos que está celoso por que estás ahora conmigo y no con él. Quiere que estés con él.
I-Tengo frío.
Mi pequeño Marco, la suavidad de tu tacto, me ha derrotado. Confieso una gran atracción por tu imagen, tus rizos, tus labios, tu cuello, tus formas, tus ojos: abiertos y cerrados. Tu piel, tan joven. Me ha sorprendido tu filosofía oculta. Quiero ser Hildegard, pero tu como todo un Hans, resultará en un caos total. Si sobrevivimos a ese caos, valdrá la pena esa gula que tenemos por saciarnos con besos: tenues,
agresivos, robados, experimentados, atrevidos, cotidianos, reservados, lentos (de mis favoritos), risueños, románticos, eróticos, cansados. Mi joven Marco eres víctima de mis deseos desinteresados, afortunados seremos si así seguimos.
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