mayo 01, 2011

M

Siempre tan cálido, tan servil.

I-¿Cómo estas?

-Agusto, me gusta estar aquí contigo. Me siento tan bien ahora; deseaba besarte, tenía la sensación de que hoy te encontraría en esta fiesta. Te sentí antes de entrar. Quiero verte.

I-Abre los ojos, mírame.

-Me gusta sentirme entre tus brazos, me gusta la sensación  de tus manos acariciando mi espalda.

I-Tu espalda es suave, me gusta tu piel. ¿Quieres verme?

-Sí, quiero verte más. No sólo en fiestas.

I-Hueles demasiado bien, me gustas.


A-Ivonne que esperas, ve con él. Es mi amigo y lo conozco bien, te dice a gritos que está celoso por que estás ahora conmigo y no con él. Quiere que estés con él.

I-Tengo frío.





Mi pequeño Marco, la suavidad de tu tacto, me ha derrotado. Confieso una gran atracción por tu imagen, tus rizos, tus labios, tu cuello, tus formas, tus ojos: abiertos y cerrados. Tu piel, tan joven. Me ha sorprendido tu filosofía oculta. Quiero ser Hildegard, pero tu como todo un Hans,  resultará en un caos total. Si sobrevivimos a ese caos, valdrá  la pena esa gula que tenemos por saciarnos con besos: tenues, 
agresivos, robados, experimentados, atrevidos, cotidianos,  reservados, lentos (de mis favoritos), risueños, románticos, eróticos,  cansados. Mi joven Marco eres víctima de mis deseos desinteresados, afortunados seremos si así seguimos.  

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